Sobre el foro

"El sol al mediodía del desierto: prácticas artísticas entre cielo, tierra y tiempo" es un encuentro internacional que se propone alimentar la reflexión que el arte sostiene sobre la naturaleza y contribuir, a partir de sus investigaciones, ensayos e intuiciones, con la necesidad de alertar sobre la tensión creciente que genera la humanidad en el entramado vital del que es parte. Motivados por el horizonte inmenso que impone a nuestra vista la región de Cuyo —una profundidad llena de pasado y de futuro, y de preguntas sobre ellos—, el foro encuentra su nombre en un verso de la poeta argentina de origen mapuche Liliana Ancalao que justamente hace aparecer, en una correspondencia no habitual, los tres ejes sobre los que se organiza el foro: cielo, tiempo y tierra. Es una imagen en la que las personas apenas aparecen de manera tácita pero que nos evidencia expuestos frente a esa intemperie; testimonio crudo, a su vez, de nuestra pequeñez y brevedad.

La tierra que nos acoge es fértil. En ella conviven frutos, fósiles prehistóricos y metales, y un cielo de luces extintas sobre el que se expanden nuestras industrias. En el Cuyo, la tierra habla, y a veces tiembla, dejando su rastro creador y destructor. Es allí donde buscamos traer voces capaces de descubrir algunos de los secretos que guarda -y que se guardan en- esta inmensidad. De proponer nuevos modos de encuentro con ese entorno que no es nuestro, se pronuncien sobre las consecuencias que ha impuesto la lógica del consumo y el capital y, si es que hay un modo de habitar los riesgos que se vienen, alienten la búsqueda de puntos de vista a partir de los cuales podamos pensar un futuro próximo más armónico y arriesguen visiones sobre uno libre de humanidad. Un encuentro con un arte "de campo" que teje relaciones entre la tecnología, la geología, la poesía, la historia, la mitología, la fe, la estética y la política que contribuye con el conocimiento de la naturaleza, aporta otra lengua para acercarse a la realidad y ensaya un camino de mayor humildad.

Alejandra Aguado y Ferran Barenblit