Carlos Huffmann y Stella Ticera en Ruth Benzacar
Compostasmas | Imán
Carlos Huffmann | Stella Ticera
11.03.22 | fines de abril de 2022
Ruth Benzacar, Sala 1 | Ruth Benzacar, Sala 2
Ruth Benzacar lanzó su temporada 2022 con Compostasmas, de Carlos Huffmann, en la Sala 1, e Imán, de Stella Ticera, la más joven de su staff de artistas —que presenta su primera exposición en la galería—, en la Sala 2.
Bajo un título que contrae las palabras “compost” y “fantasmas”, Huffmann (Buenos Aires, 1980) expone obras recientes: seis pinturas sobre arpillera y nueve esculturas en aluminio y óleo. Da comienzo a la exhibición La misteriosa vida rural, una pieza escultórica instalada sobre la línea que demarca la entrada al espacio exhibitivo, el límite entre la sala y la antesala de la galería, pero también entre el suelo de cemento y la tierra que yace por debajo, ya que su centro se hunde y parece querer escaparse por una cañería subterránea. Las demás esculturas, de aproximadamente 50 centímetros de ancho por 30 de alto, se ubican contra las paredes perimetrales, apoyadas sobre el piso. Las pinturas, en cambio, cuelgan del techo, atornilladas entre sí, a la altura de las oficinas de gestión comercial que balconean alrededor de la sala. Ubicadas de esta manera, las obras continúan una investigación que el artista lleva a cabo acerca de “una noción expandida de límite como lugar de enunciación y florecimiento” —explican desde Benzacar—.
Huffmann ha reutilizado desechos de maquinarias o elementos agrícolas en trabajos anteriores, en los cuales recuperaba “no solo su valor material”, sino que activaba “sus historias y energías”. En esta operación, “lo que antes estaba orientado a la producción pasa a ser un objeto artístico que instrumentaliza las fantasmagorías de su vida anterior” —continúa la galería—. En el caso de la serie “Compostasmas”, en cambio, las esculturas no toman objetos desechados, sino sus calcos, ensamblados a través de diferentes técnicas, resultado de un proceso de investigación y desarrollo que requirió la colaboración de diseñadores, técnicos, artesanos e industriales. Cada una de las esculturas de esta nueva serie se compone, por lo tanto, de un collage de materialidades o, más precisamente, de “memoria de materialidades” —según la definición del artista—, en que se encuentran los calcos de diferentes objetos, todos ellos realizados en fundición de aluminio, para combinarse entre sí en esculturas-collage, posteriormente policromadas con pintura al óleo. A la vez, los títulos de las obras forman un collage de palabras procedentes de la historia del arte argentino: Estrella federal, Juanito Laguna lleva la comida a su papá peón metalúrgico o Tribunal de pintores juzgando los elementos de la naturaleza (todas, 2022), para mencionar algunos ejemplos. La figura de la calavera recorre la serie en referencia a la muerte y al zombi, a los desechos y a los fantasmas, aquellos que habitan dentro del compost y representan “la potencia vital de la putrefacción, los mundos liminales entre lo natural y lo social, y lo digital y lo analógico” —explica Huffmann—.
De las seis pinturas ensambladas que cuelgan del techo, solo puede verse la primera, que cubre a las demás. Para poder observarlas, es necesario acceder a sus reproducciones en la pantalla de la computadora de la galería. Cada una se vende, sin embargo, por separado y su precio se abona en criptomonedas. En una búsqueda por “indagar en el proceso de migración extensiva de la actividad vital hacia el interior de la red internet que ocurrió durante la pandemia global del 2020” (Benzacar), las condiciones de su adquisición establecen, además, que la persona compradora podrá decidir si el cuadro continúa su existencia como objeto físico o si prefiere convertirlo en tokens no fungibles (NFT, por sus siglas en inglés), en cuyo caso, se procederá a cubrir la imagen y a reutilizar la tela.
En la sala contigua, Stella Ticera (Santa Fe, 1999) reúne seis dibujos de reciente factura y un video. Imán, el título de la exposición, se refiere a la característica intrínseca del objeto de generar atracción, como una función inevitable, más allá de cualquier decisión y de sus resultados. Entonces surgen sus preguntas: “¿Qué deseamos reunir en el caos?” y “¿Qué se une inevitablemente?”. En un monitor sobre la pared, un video muestra dos manos moviendo una muñeca blanda de arcilla o barro que va dejando manchas sobre un fondo blanco. Otros personajes van surgiendo en los dibujos, entre formas y líneas trazadas con plumín y tinta china: en estos casos se trata de figuras casi transparentes, mimetizadas con el fondo. Elías Leiro, autor del texto de sala, observó a la artista durante horas dedicada al dibujo y describe su trabajo como “el registro de una experiencia y [a la vez] una experiencia en sí misma: la exploración formal y personal del mundo. Un mundo que se erige y es destruido una y otra vez en el proceso creativo de investigación en las tensiones dinámicas entre lo interno y lo externo”; tensiones que exploran un terreno de elementos que al reunirse responden a lógicas misteriosas que interactúan con decisiones, tal vez inevitables.