Lucas Di Pascuale en El Gran Vidrio
Con curaduría de Eugenia González Mussano, Lucas Di Pascuale (Córdoba, 1968) presenta en El Gran Vidrio (EGV) Los colores de los días. La muestra se articula en tres instalaciones, basadas respectivamente en tres pinturas del pintor soviético Kazimir Malévich: Círculo negro (1924), Cruz negra (1915) y Cuadrado negro (1915). La galería aclara que “esta muestra está pensada como una continuidad de los trabajos de Lucas en general y especialmente de las exhibiciones Querido margen (Galería Hache, 2019) y 2222 (El Gran Vidrio, 2016)”.
Siguiendo la lógica de la estructura arquitectónica de la sala, cerca de la entrada, el artista “proyecta” y amplía un gran Círculo negro que se extiende sobre el suelo. La pintura de Malévich se transforma aquí en una superficie de tela de nueve metros de diámetro donde la propuesta consiste en “sacarnos los zapatos, entrar en una ronda de lectura…, acostarnos, hojear lo que Lucas dejó allí para nosotres, mirar hacia arriba, quedarnos en silencio, entrar al color. ¿Somos capaces de dejarnos comer por la fuerza gravitatoria de este agujero negro? ¿Estamos dispuestes a dejarnos atrapar por esta región finita del universo?” −nos pregunta el texto curatorial−. En ese espacio se han desarrollado diferentes actividades durante la exposición, por ejemplo, una ronda epistolar en que se invitó al público a leer cartas enviadas, recibidas, en proceso de escritura, desestimadas, encontradas o ficcionadas. Además, se extiende la invitación a personas o colectivos que quieran generar una actividad. “Hasta ahora hemos recibido propuestas diversas –cuentan desde EGV−: tuvimos un encuentro sonoro con vinilos y se llevarán a cabo una experiencia sensitiva-corporal a través de ejercicios de yoga y la presentación de una investigación acerca de la relación entre la imagen y la escritura en el arte contemporáneo, entre otras”. En sus propios trabajos, el artista conjuga el dibujo, la escritura y la práctica editorial e “indaga las relaciones entre lo íntimo, lo cotidiano, lo público y lo histórico; relaciones entre lo singular y lo plural; entre lectura, dibujo y escritura” −prosigue EGV−.
Por fuera del círculo y por detrás de la pasarela que lleva al entrepiso de la galería, un conjunto de aproximadamente 200 dibujos, en su mayoría sobre papel, de diferentes períodos de la producción de Di Pascuale, pero principalmente de los últimos tres años, se organizan sobre la pared de piso a techo en un recorrido cromático del negro al azul, verde, marrón, rojo y anaranjado, hasta llegar al amarillo. “En estos trabajos está presente la copia como operación recurrente que realiza el artista generando diálogos entre el dibujo, la escritura y la fotografía, poniendo en cuestión métodos de representación y conceptos de autoría. Retratos, carteles, grabados, escrituras y preguntas en torno al dibujo se despliegan en el espacio a través de las imágenes y las paletas de colores que nos propone el artista, retratando situaciones cotidianas, mínimas, detalles y aludiendo a temáticas y cuestionamientos presentes en nuestra sociedad contemporánea” −destaca una audioguía a disposición del público−. En su distribución, la miscelánea de imágenes deja un vacío sobre la pared, cuyo contorno alude a Cruz negra.
“Una exhibición es ante todo una pronunciación política. No es una trama solitaria sino que es una serie de sucesos que salen de ese singular-plural hacia un encuentro con lo extraño” −sostiene la curadora−. Y luego agrega: “es crucial encontrar formas de pensar, más allá de las palabras, que nos sirvan para relacionarnos con el mundo de manera distinta. Con Lucas llegamos a un acuerdo: no nos interesan las ideas fijas, sino la libertad de visión, sensación y pensamiento que produce la continua curiosidad con las cosas y que invita, a quien quiera entrar a la sala, a enfrentarse directamente con la riqueza de esta pequeña porción del mundo”.
La tercera de las instalaciones se ubica en una pequeña sala de paredes amarillas. En el ingreso, un cartel rectangular, también amarillo, despliega una lista de pseudónimos de usuarios de Instagram que corresponden a autores y autoras de un conjunto de imágenes que se proyectan en una pantalla cuadrada, cuyas proporciones remiten a la vez a Cuadrado negro de Malévich y al “feed” de la red social. La pantalla muestra unas 300 capturas de Instagram que han formado parte de un extenso diálogo de imágenes y texto entre Di Pascuale y la curadora durante del proceeso de producción de la muestra, en el contexto de la pandemia de covid-19. El artista cuenta que esta exposición tuvo su origen en la escritura: “Nos vamos contestando cartas con Eugenia González Mussano, ha sido hermoso, los intercambios parecen infinitos. En esas conversaciones convocamos a Kazimir Malévich y en parte fue él quien nos propuso un trabajo desde el tres, desde su círculo, cruz, cuadrado”. El texto curatorial, por su parte, agrega una alusión a las mujeres anónimas de la Bauhaus y al artista alemán Oskar Schlemmer, y declara: “Queremos restituir al arte su uso común, la creación viva opuesta al resultado aurático. Queremos sumarnos como artistas al levantamiento de los huracanes, a las erupciones volcánicas, a las olas en sus días más fuertes, pero también escuchar al esternón cuando respiramos y abrir el pecho para que lo extraño nos acaricie”.